EL LLAMADOR de Capilla Cofrade

martes, 17 de enero de 2012

Letras de Juan García Cuevas en el día de la presentación del Cartel de Semana Santa Baeza 2012



El cielo se teñía cada vez más de oscuro a la vez que el sol levemente caía en el atardecer, las nubes eran conducidas por el fuerte viento para cubrir tan cálido ambiente y así poder romper en agua, que durante tan caluroso día añoramos. Nuestra alegría y resistencia sobrepasaba el frío de tan intensa lluvia, que como su Santidad nos reiteró, eran las muchas bendiciones que el Señor nos mandó para así sentirnos arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe.

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Autoridades civiles y religiosas de la ciudad de Baeza, señor presidente y junta de gobierno de la Agrupación Arciprestal de Cofradías, Hermanos Mayores de las distintas Hermandades del Arciprestazgo, familiares y amigos, hermanos todos, buenas noches.

Mentiría si dijera que nunca he soñado con este momento. No he querido por ello dejar pasar en este día tan especial, el tan grato recuerdo de aquella noche en Cuatro Vientos, con el que comenzaba este humilde escrito. Quizás la mejor experiencia que a nivel espiritual y humano he vivido hasta ahora, la cual pude compartir en la Jornada Mundial de la Juventud con las maravillosas personas del grupo joven de la Vera Cruz, y aquellas de todo el mundo que allí encontré, dando testimonio de fe junto a su Santidad el Papa Benedicto XVI como sencillos y humildes cristianos.


Os agradezco a todos vuestra presencia y el hecho de que dediquéis un tiempo de vuestras vidas, de seguro valioso, a escuchar estas palabras que no con tanta habilidad como sentimiento sincero he preparado para esta ocasión.


A todas y cada una de las personas que a lo largo de mi vida he conocido, y que son mis amigos, con los que he compartido alegrías y penas, sentimientos y emociones, risas y lágrimas, y a los que llevo siempre conmigo.


Pero sobre todo, esta fotografía que hoy tengo el honor de presentar, quisiera ofrecerla con especial cariño y dedicación a las dos personas que más significan en mi vida, de cuyo constante esfuerzo, especialmente en el último tiempo, porque tenga un futuro digno el día de mañana, soy cada vez más consciente y agradecido; a esas dos personas que he tenido siempre a mi lado, haciendo suyas mis debilidades y necesidades, apoyándome en mis decisiones; a ellos que me dieron la vida y a quienes debo lo que ahora soy, a mis padres, Pedro y Ana, gracias.

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Resulta complicado expresar con palabras lo que para mí significa hallarme hoy aquí, ante vosotros, y haber contribuido con la sencillez de mi afición hecha fotografía a algo tan importante y que para nosotros, creyentes, tiene tanto valor como la añoranza y entusiasta espera de nuestra Semana Santa en Baeza. Un sentimiento que me llena y que se plasma en esta imagen, que he querido compartir con vosotros, ya que lo amáis tanto como yo. Y es que, como alguien dijo una vez, una fotografía sale bien, cuando verdaderamente amas lo que fotografías.

Complicado sería, igualmente, borrar de mi recuerdo la noche en la que Juan me llamó para comunicarme el motivo de mi presencia y mis palabras hoy aquí; será difícil olvidarlo, pues creo que un sueño se hizo realidad, el de ver reconocida mi entrega a la fotografía cofrade, una labor a la que me doy con entusiasmo y dedicación; un reconocimiento que me anima a continuar haciéndolo.

Muchos han sido los momentos que he dedicado a escribir estas palabras, tarea que, os aseguro, no ha sido nada fácil, ya que, si por algo cargo con una cámara, es precisamente porque de ese modo expreso lo que con palabras no puedo.

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Serían, pues, las cinco y media de la tarde cuando los rayos de sol ya hacían acto de presencia en la Santa Iglesia Catedral para, como cada año, iluminar el transitar de Hermanos nazarenos en la Capilla de la última Cena, que entre una inmensa nube de incienso hacen única la luz de la Semana Santa de Baeza. Quien cada Domingo de Ramos cruza el dintel de la puerta sabe de lo que hablo.

Con el lance de una paloma al vuelo, y el buen hacer de los costaleros, Baeza muestra a su gente el Amor y la Paz en la calle, cautivando el corazón de cada persona que forma la multitud en un entorno incomparable de nuestra Ciudad. El querubín que corona el campanario de la Catedral es testigo cada año de la “Despedida y Esperanza” que Jesucristo compartió con sus discípulos. Fue ese el título que recibió la fotografía que hoy nos ocupa, despedida por su injusta condena, y esperanza, esperanza de resurrección.

Probablemente se trate de una fotografía poco habitual y que no estamos acostumbrados a ver como cartel de Semana Santa; a mí, al menos, así me lo pareció cuando supe de la noticia. No podemos ver la multitud que en la cuesta de San Felipe Neri abarrotaba la tarde, ni siquiera el paso del misterio, tan sólo un plano conjunto que engloba a Jesús y a tres de sus discípulos. A primera vista nuestros ojos se dirigen hacia Jesucristo, pues es el que mayor peso tiene en la imagen debido a la iluminación conseguida por la cálida luz de sol que entra por el bello patio de los jardines de la Universidad, y desenfocado al fondo el relieve monumental con la escena de la Natividad de la Virgen María, nombre que da al templo catedralicio.

Creo pues, como anteriormente he mencionado, es una fotografía diferente, pero que define de un modo especial lo que en Baeza se vive en Domingo de Ramos, lo que Baeza vive en Semana Santa, el arte que representa la fe, hecho sentimiento.


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Gracias a todos por compartir esta noche conmigo, pues para mí, será un día que nunca podré olvidar.

Gracias de corazón.
Juan García Cuevas

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